sábado, 24 de noviembre de 2007

DE SALAMANCA A PERSÉPOLIS.. PARA VOLVER A LISBOA



Más bellas ciudades por las que he transitado estos días: Salamanca, más que fría heladora -de temperatura, se entiende-, misteriosa y de alcurnia. Siempre impresiona al viajero y a mí, que no la visitaba desde los ochenta, ni os cuento, claro que sólo he atisbado retazos, más nocturnos que diurnos, porque los viajes de trabajo es lo que tienen, que has de trabajar, y esta vez he acabado para el arrastre, todavía no me recuperé porque además salí cuatro noches seguidas, como si me hallara en un alegre y despreocupado viaje de estudios. Pero, no escarmentado, enlazo con otras que ya os iré contando si me restan energías.

Los tiempos de El estudiante de Salamanca siguen, por otra parte, vigentes. Nos dijeron los lugareños que, aproximadamente, una de cada tres personas residentes en la ciudad son estudiantes. Y verdaderamente le imprimen carácter a Salamanca, tanto que es difícil encontrar un pub con gente algo más adulta.


PERSÉPOLIS. De Marjanne Satrapi y Vincent Paronnaud, basada en los comics autobiográficos de la primera. Cines Renoir Plaza de España.


Es la historia de una niña iraní del 69, un poco mafalda al principio, muy interesada en los avatares políticos de su país, y que idealiza a su tío, un idealista que es represaliado por el régimen del sha y por el revolucionario que le sustituyó. Marjane, educada en el libre pensamiento, percibe a edad temprana las barbaridades e incongruencias de las políticas totalitarias, y sus padres, conscientes de la sensibilidad de la joven, la envían a estudiar a Viena: pero allí no es oro todo lo que reluce...

La película es muy bonita y -no podía ser menos- tristísima. Tiene personajes que llegan mucho, como el de la abuela, pero sin duda su mérito principal es el de ponernos a pensar desde otro punto de vista, el de hacernos ver que en Irán hay vida inteligente y sensible, que en sus ciudades hay gente real que siente y que padece, que no es diferente a nosotros, y tal como está el panorama no es poca cosa.

Vi también Zodiac, de David Fincher, que no me gustó aunque originalidad no le falta, y en DVD Una historia de violencia, del dueto Cronenberg-Mortensen que tanto me gusta y que se me pasó en su momento: estupenda.

LISBOA A NOITE. Terminamos la serie lisboeta, que había quedado a medio.


Pues sí, Lisboa entiende pero a su manera, más calmada y con su propio sello, no vayáis para allá con mentalidad madrileña, que sois unas impacientes y aquí se tarda un poco en coger el punto, pero está muy bien. Hay ambiente en torno a la plaza Príncipe Real -eso sí, chaperos a tutiplén: cuidadín- que cuenta con un hermoso árbol en cuya copa algunas parejas se encaraman para desfogarse.
El club minimal Finalmente es un must al que no podéis faltar, mucho ritmo y todos apretados como sardinas en lata, el espacio es pequeño y siempre hay demanda, así es que normalmente hay que esperar un rato a que alguien salga para poder entrar. En Lisboa no se estila el ambiente fetichista que predomina ahora en otras ciudades, pero esta carencia, si es que lo es, la suplen con la sensualidad que podéis encontrar en cualquier momento en bares de la zona como el 106 o en un karaoke gay del lugar, inefable, al que acudí el año pasado.


Vamos con lo heterofriendly. Alrededor del Castillo de San Jorge se encuentra una de las salas mejores que conozco de cualquier ciudad: Santiago Alquimista, de dos plantas, con conciertos y fiestas temáticas -cuando se estrenó la última de Lynch llevaron a una banda que interpretó lo mejor de sus bandas sonoras: yo no pude verlo, claro, sólo vi la publicidad-. Hay que ir allá, sin duda.


Y la joya de la corona: el Bairro Alto. Estoy enamorado, y lo veo en todas partes, es un poco Malasaña pero con más encanto, también la zona de bares de Santiago me lo recordó.. El bar que más me gusta es Portas Largas, donde he recalado ya tres o cuatro veces, se anuncia en las guías gay pero no lo es, o será gayfriendly, aunque qué más da, es lo mejor, la música electrónica soft, la puerta abierta, la gente, el ambiente, los alrededores... Todo muy vivo, pero no estrepitoso, con un tempo distinto, más relajado.. También tiene una visita el Corto Maltés, qué casualidad, hay o había otro en Malasaña con el mismo nombre y no muy diferente.
Pues eso, que está todo a tiro de piedra, porque lo mejor de la globalización, sin duda, ha sido el descuento en los billetes de avión. Besos.

1 comentario:

Fernado Palaio dijo...

Me encanta toda a paixão que existe pela minha amada LISBOA!Besos