sábado, 24 de noviembre de 2007

ELOGIO DE GIJÓN







Hace un par de semanas volví, y no quiero que se me olvide, y aunque sé que no se olvidará siempre está bien dejar el testimonio gráfico, es como si lo contáramos para que -en pensamientos del para mí inolvidable Acardo, un personaje de Álvaro Pombo- se quede impreso en la cera de la memoria.
Estuve de nuevo en una Gijón que vi bellísima y soleada, entregada al alboroto y al alborozo, que lucía con descaro sus encantos ante la troupe de foráneos que allí nos juntamos en unas jornadas intensivas -me hospedaron en un hotel con habitaciones dedicadas a los grandes personajes del siglo XX, a mí me tocó ¡Ho Xi Ming!-.


Paseé dos veces por Cimadevilla, conocí el Elogio del horizonte que hasta ahora no había visto -el cagaderu de King Kong, lo llaman allí-, y el puerto, y el que a partir de ahora es mi lugar favorito para tomar una sidrina en la calle y parlotear, y mirar, y descansar, y reír a mandíbula batiente: una plaza que llaman del Lavaderu por un bar que hay allí pero cuyo nombre real desconozco.


Y sobre todo, estuve en muy buena compañía, e hicimos por la noche la ruta del ambiente xixonés, que no está nada mal. Tiene su punto, divertido.. y muy golfo. Y ya sabéis.. mozo domingueru non quier lunes o.. quien se fue de romería se arrepiente al otro día. Un beso grande a mis queridos asturianos.

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