viernes, 1 de febrero de 2008

ÁLVARO POMBO, EL BUEN CANDIDATO


Él siempre ha dicho que el protagonista de su novela El cielo raso, Gabriel Arintero, es el buen homosexual. Porque sus gays de ficción no son perfectos, algunos incluso se impulsan hacia abajo, como el Gonzalito de El metro de platino iridiado. Lejos de la pacatería de lo políticamente correcto, Álvaro Pombo cree sin embargo que el hecho de ser homosexual o lesbiana o transexual debería comportar una nueva ética, o al menos una búsqueda inconformista -como también defendía el recién fallecido Paco Vidarte, teórico y activista queer-. Pero las realidades son a veces tristonas y feas, o por lo menos vulgares, y lo cierto es que yo me percato ahora, descorazonado, de que algunas cosas importantes se van dejando de lado en este camino integrador, y le doy la razón, con retraso, a Pombo, cuando se mostraba crítico ante la nueva realidad LGTB.


Seductor y extravagante, este literato que escapa a cualquier tópico combina en su estilo una exuberancia a veces incontenible con la precisión poética; travieso y observador, rilkeano filosófico y comprometido, Álvaro Pombo es también un outsider del cristianismo, y académico puntilloso que se rebela contra el uso de la palabra matrimonio para designar nuestras uniones o de mariliendre para referirse a nuestras amigas.

Es mi escritor vivo predilecto en lengua española.


Le admiro tanto que casi le profeso devoción, y así una de las veces que acudí a que me firmara un libro le besé en la mano como si fuera un obispo. Y eso que él no aparece nada trascendente, y aún le recordamos en esas mesas camilla televisivas con Manuel Hidalgo reivindicando el festival de la OTI y apasionado por las reverberaciones del crimen de los Urquijo, o explicando lo que eran las navidades olfativas para los gatos.



No he leído aún toda su obra -aunque pienso hacerlo, porque es un goce- pero sí buena parte de ella, lo suficiente para opinar que el asunto que mejor resuelve Pombo en sus libros, o al menos el que más le preocupa, es el de la inocencia violentada, o la traición a la confianza, o lo que es lo mismo la desazón moral que se siente ante el abuso hacia una persona que no posee tanta información como las demás sobre algún hecho concreto -un poco en la línea de las relaciones peligrosas de Choderlos de Laclos, o de casi todas las novelas de Henry James, pero en su estilo particularísimo y contemporáneo, claro está-.

Así, Pombo nos sobrecoge al ir desvelando la vil peripecia a que se ve sometida la entregada Celia Cecilia Villalobo por su ídolo de la tele -Jesús Hermida- en esa novela supuestamente menor, Telepena de Celia Cecilia... o la tristeza infinita de la heroína de Donde las mujeres al resolver el puzzle de sus relaciones familiares, o el desamparo descarnado de María, el ángel familiar de El metro de platino iridiado en una cena de jardín en la que descubre en una instantánea de la mente que está siendo relegada, que a sus espaldas se ha ido tejiendo una realidad horrible que la empuja a un lado, a pesar de que todos se apoyan con impudor sobre ella...

Y por supuesto la culminación de La cuadratura del círculo , ambientada en época de cruzadas épicas y religiosas, cuando el lozano Acardo conoce el verdadero rostro del farsante miserable Bernardo de Claraval, que con su elocuencia dogmática ha arrastrado a miles de personas inocentes a la muerte y la sinrazón y entonces Acardo pronuncia la blasfemia que más me ha impresionado leer en ningún libro, porque está cargada de significado, ya que con ella expresa todo el horror y el vacío, toda la rabia impotente de quien ha sido estafado y denigrado en lo más profundo, al haber entregado su valiosa vida entera a una impostura, y no poder hacer nada ya para remediarlo.

Qué grandioso Pombo, que combina con acierto lo superficial y divertido y verborreico, porque él es una persona alegre y vital, no enfadada con el mundo como muchos de sus colegas -ay sus personajes de mujeres mayores estrafalarias, habladoras y andariegas, ya desde sus mansardas de Mansard, qué identificables que son- con lo más trascendente y profundo y misterioso.
Y luego está la experimentación narrativa, las disrupciones de todo tipo, los personajes melancólicamente disparatados a lo James Purdy, la tradición kitsch reciente que nos dejara en legado Manuel Puig, la divagación filosófica, el no querer concluir o redondear el relato, lo imprevisible que, como la experiencia copro en El cielo raso, nos deja de repente de piedra.

MI HOMBRE PARA EL SENADO

Y esta persona que venero se presenta a las elecciones generales de marzo como senador para Madrid, en la candidatura del nuevo partido Unión para el Progreso y la Democracia.
Y aunque con el panorama de mensajes ramplones y simplificadores que nos acecha -y de medios de comunicación gritones y serviles- no he decidido aún mi voto para el Congreso, en el Senado tengo claro cuál será uno de los candidatos que voy a elegir, el primero de todos ellos: Álvaro Pombo, poeta, novelista, filósofo, ciudadano, hombre centrado políticamente porque practica la empatía y rehúye el sectarismo, homosexual confeso y represaliado en su momento -aunque nunca ha profesado rencor por ello-, que piensa que gays, lesbianas, transexuales y bisexuales tenemos que predicar con el ejemplo y buscar una ética nueva y transgresora, una manera distinta de configurar las sociedades.

Sería una forma de que el Senado empezara a servir para algo. Y prefiero ser iluso y alegre con mi Pombo a demasiado realista y pragmático o sombrío con otros candidatos que oscurecen mi ánimo, y que amparan y representan sin recato a los bernardos claravales del momento.

((La fotografía segunda la he conseguido en el blog del fotógrafo Jorge Ontalba; imagino que está tomada en la casa de Pombo en el madrileño barrio de Argüelles, donde habita hace años -le pega muchísimo-, y que dicen está repleta de barcos que le recuerdan a su Santander natal)).

4 comentarios:

Fernado Palaio dijo...

Pois que não conheço a obra do Senhor mas,se sendo homossexual não faz dos personagens gays forçosamente personagens perfeitos,mostra que é um ser lúcido.Não é na apetência sexual de cada indevíduo que,desde que não se fale em desvios que molestam crianças e afins por doentes mais que perigosos,MONSTRUOSOS,se materealiza a boa ou má formação dos sentimentos e jeito de ser do mesmo.Enquanto não se perceber que cada indevíduo é um indevíduo a avaliar pelos seus ideáis e comportamento perante a sociedade e não por causa de com quem dorme na cama ser ou não do mesmo sexo,a igualdade,princípio básico dos DIREITOS HUMANOS,está longe de ser aceite como realidade que é!Abraço.

Jorge Ontalba dijo...

Hola Justo.

El retrato de Pombo esta realizado efectivamente en su casa de Arguelles.

Saludos.

Jorge Ontalba

Justo dijo...

¡Tienes una buena galería de personajes, Jorge! Además, enlazan bien unos con otros, aunque en principio parezca que no tienen que ver.
Bueno, y si tomas el vino con Pombo.. me podrías avisar.
Un abrazo

Jorge Ontalba dijo...

Gracias,es un placer que te gusten mis retratos.

Es muy interesante tu conclusión sobre la conexión que hay entre mis retratados, a golpe de vista, no parecen estar relacionados, pero te aseguro que si profundizas comprobaras que todos estamos en una misma red.

Es unos días tendre terminada mi web y podras ver más retratos ya artefinalizados.

Saludos.
Jorge Ontalba