domingo, 2 de marzo de 2008

LA NIÑA DE ANDERSEN DECIDE LAS ELECCIONES


Hay ocasiones en que la gente, no se sabe bien por qué y yo incluido, puede hacer la vista gorda ante cosas tremendas. Por ejemplo, ante la certeza de que el principal partido de la oposición se embarque, durante cuatro años, en una insidiosa estrategia que pretendía sembrar dudas sobre la autoría del 11-M, como si algo hubiera tenido que ver nuestro presidente del gobierno y un grupo mediático, en rara y criminal connivencia con la ETA.
Por respeto a nuestros amigos y familiares simpatizantes del PP o por deseo de que se normalicen de una vez las cosas -qué envidia la coalición alemana, donde los dos partidos principales gobiernan juntos, y parece ser que no lo hacen mal-, muchos no hemos querido dramatizar esa enconada deriva del partido que tiene la responsabilidad de representar a casi la mitad de la población. Y así casi que hemos ido disculpando un dislate tras otro.

ESTUPOR GLOBAL POR LA NIÑA
Pero entonces llegó el debate, que esta vez sí ha servido para mucho. Por un lado, escuchar la persistente increpación de Rajoy a Zapatero porque las personas inmigrantes -la avalancha, que por cierto comenzó con el gobierno de Aznar, ¿no se acuerda ya?- tienen derecho a la educación y a la sanidad me deja tan triste y tan perplejo que ya no tengo ganas de disculpar nada más, ni de mirar hacia otro lado: esa estrategia de campaña es infame, sobre todo porque el PP sabe mejor que nadie que el milagro económico español no hubiera sido posible sin esas personas a las que ahora utiliza como espantapájaros para revolver los peores sentimientos de -precisamente- los currantes a los que de repente ha descubierto.
Y por si eso fuera poco, el jefe de la oposición -hablando una vez más por boca de otros- nos suelta el soliloquio de la niña que nos ha seguido a los españoles estos días como una estela disparatada -por lo menos nos hemos reído, eso sí-, por dondequiera que fuéramos, todo el mundo preguntándose qué pasaba con esa niña que será heraldo de libertad, orgullosa de ser española y que hablará con soltura varias lenguas -¿también la catalana y vasca y gallega?-, y ese colofón que ha suscitado con toda la razón el estupor global, ha sido el definitivo canto de cisne de este mal aspirante que, no me cabe duda ya, va a perder de recio las elecciones.
Porque a veces las cosas más tontas son las que aceleran los procesos, como la niña del cuento de Andersen que dijo que el Emperador estaba desnudo, y esta niña es como la de ese cuento, es la que ha hecho a muchos reflexionar y decirse a sí mismos: "Cómo nos va a representar este candidato con ese discurso acre y viejo y que apela a lo peor y que además pretende ser solemne y motivador y en realidad es cursi y tonto. No lo queremos ni podemos seguir mirando para otro lado, cuando su partido alienta esos zafarranchos negros vituperando los derechos de los demás, cuando nos vocifera en el oído y se ha venido oponiendo a todo sin aceptar su derrota, porque nuestras amigas y familiares que son conservadores merecen otros representantes más modernos y democráticos y responsables que verdaderamente articulen un discurso constructivo contra los muchos errores que comete éste y cualquier otro Gobierno".

(Qué magníficas columnas de Maruja Torres y Juan José Millás sobre la niña. Ah, dos iconos populares de la era dorada de los tebeos ilustran esta entrada: la Pequeña Lulú y Periquita, dos Niñas listas y de bandera. Ah, y os dejo, claro con el vídeo Rajoydi).

LA NIÑA RAJOYDI

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